Lo que vendrá es tan incierto que tu rostro figura una tenebrosa sonrisa, la del miedo. Y con el rostro desfigurado, encrispas tus manos reclamando al cielo y sólo un viento helado es la respuesta que estremece tus huesos.
Entonces inicia mi oración:
"Señor, si has de probarme más aún, ten piedad de mi y acompáñame en la prueba, que sólo no puedo y Tus manos me confortan.
Acompáñame cuando mi escenario se transforma y me agota. Acompáñame en esta hora y te sienta como siempre: cálido y compañero, Dios y hermano, Maestro y Padre, compañero en las alegrías y ahora en mis tristezas.
Dame fuerza para continuar y sostén para no caer. Dame cariño para no olvidarte y enséñame a amarte.
Sé luz en mi camino y camino en mi destino"
Entonces mis manos se relajan, mi rostro se tranquiliza y mis pupilas se contraen.
Y así, duermo bajo la tormenta, a la luz de mi Señor y al calor de Su amor.
16 de julio de 2011, Miguel Angel Ortiz Garcia
Published with Blogger-droid v1.7.2