El quinto día del Quinto Mes lo prefiero nublado.
El séptimo día del Séptimo Mes también ha de estar nublado, pero a la tarde ha de estar despejado, para que la luna brille y se pueda distinguir el trazado de las estrellas.
El noveno del Noveno Mes debe lloviznar desde que claree el alba. Pues así habrá un rocío pesado sobre los crisantemos y la floja seda que los cubre estará húmeda y empapada con el precioso aroma de los capullos. A veces la lluvia cesa temprano a la mañana, pero el cielo continúa nublado y parece que en cualquier momento empezará nuevamente a llover. Esto también me complace en grado sumo.
Pág. 34 de "El Libro de la Almohada" de Sei Shonagon, 5ta edición, Adriana Hidagl Editora.